Tertulia de Noviembre
A pesar de ser nuevamente festivo, la tertulia mantiene su convocatoria habitual de los segundos sábados de mes, para el día 9 de noviembre. Volviendo a consultar la última votación, se propone como tema: «Verdad y poiesis: verdad e impostura en el arte».
Si tenéis observaciones o bibliografía que aportar, podéis dejarlos como «comentarios» a esta entrada.
La reunión tendrá lugar a partir de las 12h. Como la cafetería del Ateneo, donde nos solemos reunir últimamente, probablemente estará cerrada, intentaríamos trasladar la tertulia a la sala de la “Cacharrería” del Ateneo, y de no poder ser tampoco allí a la cervecería “Rincón Cruz Blanca” de la esquina (c/ Prado 25)
5 comentarios para “Tertulia de Noviembre”
Hola. No sé si voy a poder estar en la tertulia, pero dejo un par de comentarios, por si pueden dar alguna sugerencia sobre el tema. Son un poco largos…
El primero comentario que dejo está sacado de una necrológica sobre la figura de Arthur C. Danto, “El filósofo que pensó el fin del arte” y que acaba de fallecer estos días. Coincide esta necrológica en gran parte con la entrada que existe en la wikipiedia sobre el mismo. Sus polémicas ideas comenzaron a fraguarse en su visita durante 1964 a la galería de Nueva York, cuando se topó con la escultura de Andy Warhol, “Brillo Box”, una reproducción exacta de las cajas de jabón fabricadas por la marca de detergentes, y que en nada se diferenciaba del producto original. “Si no había nada obvio que distinguiera la escultura de Warhol de un objeto de consumo ordinario, se planteó Danto ¿qué hacía de ella una obra de arte original”. Su respuesta es que la escultura de Warhol –cito literalmente el obituario de “•El país”- poseía un significado. Trataba de diversas cosas, entre ellas de la sociedad de consumo. La caja de jabón original sólo tenía un sentido funcional. El problema era evidente ¿Cómo se distingue un objeto de arte de uno meramente funcional?. Danto resolvió la cuestión abandonando las coordenadas de la historia del arte y enmarcándose en las de la sociología. Para él, la obra de arte no lo es por ninguna cualidad intrínseca sino por encuadrarse en las de la sociología. Para él, la obra de arte no lo es por ninguna cualidad intrínseca, sino por encuadrarse dentro del “mundo artístico” colectivo en el que participan, por supuesto, los propios creadores, pero también los críticos, historiadores, museístas y marchantes que integraban la comunidad artística. Si esta acepta algo como arte, entonces es arte”. Sus ideas fueron fueron aglutinadas bajo lo que se ha llamado “Teoría institucional del Arte”. Durante la presentación en España de su libro “El abuso del Arte”, Danto sintetizó cuál había sido su misión como teórico: “intento explicar, desde el punto de vista de la historia del arte, por qué se fue la belleza y nunca más volvió” (…) “La belleza, para el arte, es una opción, no una condición necesaria”. (Dejo enlace a un artículo suyo titulado «El final del arte»
http://www.ub.edu/procol/sites/default/files/EL-FINAL-DEL-ARTE-Por-Arthur-Danto.pdf
El otro comentario que dejo es una síntesis de la obra que en 1898 publicó Tolstoi, “Que es el arte?”, y que culmina dieciocho años de investigación sobre un tema al que había dedicado la mitad de su vida como escritor de novelas. Su planteamiento es demoledor: según Tolstoi, el arte que ha acompañado a Occidente durante milenios es una falsificación; no es verdadero arte. En el arte, la humanidad se ha equivocado como en todo lo demás terrenos, como lo ha venido haciendo en su organización social, en sus ideas religiosas y en el conocimiento científico. No existe en occidente arte verdadero, sólo algo que se nos ha colado de matute sustituyendo a lo que debería ser el arte. No tenemos más que métodos de falsificación del arte y los artistas que Occidente ha consagrado son unos falsarios. Las obras de arte resultan ser así sucedáneos de arte y aquellos que se hacen pasar por artistas no tienen la cualidad principal que dispensa la posesión del arte genuino: el sentimiento experimentado por el artista. Y esto es así, porque los sentimientos que experimentan estos impostores son también falsos, fingidos. El artista, tal como se le conoce en occidente, no es más que un bufón cuya misión es la de proporcionar placer a las clases pudientes. El éxito que cosecha este arte falso y mayoritario radica en una especie de hipnotismo colectivo con el que chamanes cualificados –artistas y críticos- acaban sometiendo la voluntad de su público. Pero esos chamanes carecen de poderes y la fe que se deposita en ellos es pura superchería. Y sin embargo esta superchería mantiene sobre la humanidad una influencia perversa. “El arte de nuestro tiempo y nuestro círculo se ha convertido en una ramera –sentencia Tolstoi-. La verdadera obra de arte se manifiesta en el alma del artista sólo rara vez, como un fruto de su vida interior. Mientras haya demanda, artesanos y maestros seguirán produciendo sin parar arte falsificado.” ¿Salva Tolstoi de esta prostitución a algún representante de nuestro arte? años antes de que publicara “¿qué es el arte?”, ya lo había vaticinado en una página de su diario: el 999/1000 de todo lo que se ha escrito y se ha pintado y se ha partiturado es falso; como son para Tolstoi falsos artistas Dante, y Miguel Angel, Shakespeare y Beethoven, Baudelaire y Wagner. ¿Y cómo es el arte verdadero? ¿Quiénes se han anticipado con su arte verdadero al arte del futuro? ¿Establece Tolstoi cuál es el criterio para discriminarlo y cuales son las condiciones de este arte? Dejo unas cuantos fragmentos de este libro, por si aporta alguna idea más, seguro que polémica. Por si alguien está interesado y quiere meterse en las entrañas del libro, se puede consultar el texto completo -mal traducido- en:
http://www.ciudadseva.com/textos/teoria/opin/que_es_el_arte.htm
Hay versión en libro de papel con buena traducción en EUNSA, Ediciones Universidad de Navarra, S.A.
“Una obra de arte puede ser poética, imitativa, sorprendente o amena, pero ninguna de esas características puede reemplazar la cualidad principal del arte: el sentimiento experimentado por el artista”.
(…) Para que un hombre pueda producir una verdadera obra de arte deben cumplirse varias condiciones. ES necesario que la concepción del mundo de ese hombre sea de las más altas de su tiempo, que haya experimentado un sentimiento y tenga el deseo y la oportunidad de transmitirlo, así como talento para alguna forma de arte. Todas esas condiciones, necesarias para la creación de arte verdadero, rara vez coinciden en un solo hombre. Pero para producir -con la ayuda de métodos tales como el préstamo, la imitación, la profusión de efectos y la amenidad –ese simulacro de arte tan bien remunerado en nuestra sociedad, solo se necesita tener talento en algún dominio del arte, algo bastante habitual. (…) Para producir estas falsificaciones existen ciertas reglas o recetas en cada ámbito del arte, de suerte que un hombre de talento que las domine puede producir “á froid”, con frialdad , sin el menor sentimiento, tales obras.
(…) Tres condiciones contribuyen a la producción en nuestra sociedad de obras falsificadas: 1) las importantes cantidades que los artistas perciben por sus obras, con la consiguiente afirmación del artista profesional; 2) la crítica de arte; y 3) las escuelas artísticas.
(…) En cuanto el arte se convirtió en una profesión, la principal y más preciosa cualidad del arte, la sinceridad, se debilitó considerablemente y en parte desapareció. El artista profesional vive de su arte, por eso está obligado a inventar sin descanso temas para sus obras. (…) Ese profesionalismo es la primera condición para la difusión de un arte falso y contrahecho. (…) Acostumbrar a los hombres a un simulacro de arte les dificulta la comprensión del arte verdadero.
(…) La conclusión a la que me han llevado mis investigaciones es la siguiente: casi todo lo que nuestra sociedad considera arte, arte bueno, todo el arte, no sólo no es arte bueno y auténtico, no sólo no es todo el arte –ni siquiera es arte-; sino una falsificación del arte. Ya sé que ese juicio es muy extraño y parece paradójico, pero si admitimos que el arte es una actividad humana mediante la cual unos hombres transmiten sus sentimientos a otros (y no un culto a la belleza, ni una epifanía de la Idea y demás), no veremos obligados a aceptarla.
(…) En nuestra sociedad la dificultad para discriminar las obras de arte se ha incrementado por el hecho de que la calidad exterior de las obras falsas no es peor, sino con frecuencia mejor, que la de las verdaderas; a menudo las obras falsas atraen más que las verdaderas y su contenido es más interesante. ¿Cómo distinguirla? ¿Cómo encontrar esa obra única, que exteriormente no se distingue en nada, entre esos centenares de miles creadas a propósito para imitarla?
(…) Lo que estoy diciendo será tomado como una paradoja desatinada de la que sólo es posible sorprenderse, pero no puedo dejar de decir lo que pienso: a saber, que la gente de nuestro círculo, algunos de cuyos representantes escriben versos, relatos, novelas óperas, sinfonías, sonatas, pintan cuadros de todo tipo, esculpen estatuas, mientras otros escuchan y contemplan, y otros más valoran y critican todo eso, discuten, condenan, celebran, se erigen monumentos , y así durante generaciones; que todas esas personas –artistas, público ycríticos-, con muy pocas excepciones, no han experimentado nunca –salvo en la más tierna infancia y juventud, cuando aún no han oído ningún razonamiento sobre arte- ese sentimiento sencillo y familiar al común de los mortales e incluso a los niños que consiste en contagiarse de los sentimientos ajenos, que nos hacen alegrarnos de la alegría ajena, dolernos del dolor ajeno, fundir nuestra alma con la de otro hombre; ese sentimiento que constituye la esencia del arte. Por eso tales personas no son capaces de distinguir el arte verdadero del falso y confunde el arte genuino y hermoso con las creaciones más falsas y deplorables, sin prestar atención al arte genuino, ya que las falsificaciones siempre son más deslumbrantes, mientras el arte genuino suele ser modesto.
(…) Hay una señal infalible para distinguir el arte verdadero del falso. Si un hombre, sin ningún esfuerzo por su parte y sin ningún cambio en su situación, lee, escucha o contempla la obra de otro hombre y experimenta un estado de ánimo que le une con ese hombre y con otros que perciben la obra de arte de la misma manera, la obra que despierta ese estado es una obra de arte. Por muy poética, real, efectista y amena que sea una obra, no puede considerarse una obra de arte si no despierta en nosotros ese sentimiento –totalmente distinto de cualquier otro- de alegría y unión espiritual con el autor y con quienes perciben la misma obra de arte, ya se trate de oyentes o espectadores.
(…) La principal peculiaridad de ese sentimiento consiste en que el receptor se funde hasta tal punto con el artista que tiene la impresión de que el objeto percibido no es obra de un persona ajena sino suya, y de que todo lo que expresa ese objeto es lo mismo que él llevaba tanto tiempo queriendo expresar. La verdadera obra de arte consigue que en la conciencia del receptor se anule la diferencia entre él y el artista, y no sólo entre él y el artista, sino también entre él y todos los que perciben la misma obra de arte. La principal fuerza atractiva del arte, su propiedad esencial, consiste en liberar a los hombres de su soledad, en anular las barreras que los separan de sus semejantes, en propiciar esa unión con los demás.
Si un hombre experimenta ese sentimiento, si llega a contagiarse del estado de ánimo del autor y siente esa unión con los otros, el objeto que despierta ese estado es arte; si no se produce ese contagio ni esa unión con el autor y con los otros receptores de la obra, no es arte. Pero el contagio no es sólo una señal indudable del arte; el grado de ese contagio es también la única medida del valor artístico.
Cuanto más fuerte es el contagio, mejor es el arte, independiente de su contenido, es decir, del valor de los sentimientos que transmite.
El grado de contagio del arte depende de tres condiciones:1) la mayor o menor singularidad del sentimiento que transmite; 2) la mayor o menor claridad con que se transmite ese sentimiento; y 3) la sinceridad del artista, es decir, la fuerza mayor o menor con que el propio artista experimenta el sentimiento que transmite.
(…) La tercera condición –la since4ridad- es la más importante de las tres. Esa condición siempre está presente en el arte pop8ular, que le debe su efecto poderoso, y está ausente casi por completo del arte de nuestras clases superiores, a cuyos artistas les mueve siempre la vanidad, el beneficio y las consideraciones personales.
La presencia de esas tres condiciones distingue el arte de las falsificaciones y, al mismo tiempo, determina el valor de cada obra, independientemente de su contenido. Si falta una de esas condiciones, la obra ya no pertenece al arte, sino al ámbito de las falsificaciones.
(…) Sólo merecerán la consideración de arte aquellas obras que transmitan sentimientos que empujen a los hombres a una unión fraternal, o sentimiento tan universales que sean capaces de unir a todos los hombres.
Hola, por mi parte estoy centrándome en La República y sirviéndome de un libro de E. Lledó dedicado al tema, «El concepto de «poíesis» en la filosofía griega», y otro de Neus Galí titulado «Poesía silenciosa, pintura que habla», que tiene un capítulo sobre lo mismo. Si me da tiempo me gustaría preparar también un comentario a «Poesía y filosofía» de M. Zambrano. En fin, si todos preparamos algo será una tertulia más enriquecedora (el que pueda). Hasta pronto.
Interesante también este libro, que yo ya no voy a tener tiempo de mirar: «Poesía y público en la Grecia Antigua», de Bruno Gentili. Pero está en la B. Central. Y estaría muy bien que alguien trajera algo sobre Kant y su idea del arte… Saludos.
Gracias, Onésimo. En la tertulia comentamos brevemente tu aportación (yo me la había leído antes), y derivaron de ellas otras cuestiones. Por lo demás, dejo aquí una reproducción resumida de lo que yo expuse. Saludos.
http://diariodeunafilosofaenparo.blogspot.com.es/2013/11/la-critica-de-platon-los-poetas.html
Muchas gracias: buen resumen. Con esto me hago una idea, aunque me hubiera gustado estar en el debate. Se prestaba mucho a la polémica. Lamento habérmelo perdido: me interesaba mucho el tema.
Hasta la próxima.